“Les cuento: el viernes 25 llegó al Instituto Antirrábico un gato con síntomas neurológicos, muy agresivo y mordiendo objetos. Murió en la camilla de un paro”. El dato, aportado a media tarde, motivó una ronda de consultas, a partir de lo delicado del tema. El mensaje afirmaba que un primer análisis había determinado que se trataba de rabia y que el caso se registró en una casa del barrio Obispo Piedrabuena.
Otras fuentes consultadas por LA GACETA apuntaron que el animal habría mordido a varias personas de la familia y a dos veterinarios que trataron de auxiliarlos. Y que todas las personas atacadas fueron atendidas por personal del Siprosa.
Jorge Sterpino, veterinario a cargo del Instituto Antirrábico, se encuentra de licencia por razones de salud desde hace 40 días, según señaló en una comunicación telefónica, por lo que se abstuvo de hacer comentarios. Funcionarios del Ministerio de Salud no confirmaron ni desmintieron la noticia.
Con la condición de que no se revelaron sus nombres, fuentes consultadas por LA GACETA indicaron que las pruebas de inmunoflorescencia dieron positivo y que las personas afectadas por la mordedura del animal recibieron la vacuna antirrábica. La muestra habría sido enviada a Buenos Aires para la clasificación del virus.
¿Cuál es el riesgo?
La rabia es una enfermedad infecciosa que afecta a todos los animales de sangre caliente, incluyendo el hombre. La letalidad es del 100%. La urbana (sería el caso del gato) se registra en las grandes ciudades y se contagia por la mordedura del animal infectado. Se transmite a través de la saliva. La evolución suele ser de cinco a 10 días en los animales, pero el virus tarda entre tres y siete días en presentar los primeros signos clínicos, por eso el animal queda en observación para control veterinario.
Los síntomas pueden ser estado furioso o por el contrario, parálisis. Hay una tercera forma, menos común, asintomática. Lo importante ante la mínima sospecha es llamar en forma urgente al Instituto Antirrábico (423-4294) y llevar al animal. La rabia se evita con la vacunación de perros y de gatos desde los tres meses de edad y una vez por año hasta el final de la vida.